lunes, 29 de septiembre de 2014

Ojos de Diamante

Yo no quería que esto pasara,
Pero inevitablemente se chocaron nuestras miradas.
Algo extraño en ese momento sucedió.
Descubrí que tus ojos eran como dos grandes diamantes,
Y en ellos podía ver mi reflejo en infinitas fases.
Fue entonces que quedé sumergida en un mar de sensaciones.
Me recosté a tu lado, pensante,
Sin mover mis ojos de los tuyos, distante.
Te observé detenidamente,
Detalle a detalle,
Milímetro a milímetro,
Desde lejos, sin apuro,
No quería intoxicarme.
Pero no me dejaste otra opción,
Ya era muy tarde para el corazón.
Tomé tus manos,
Suavemente, y a lo oscuro.
Tuve que perderme en tus brillantes faros,
Ellos me ganaron en menos de un segundo,
Encendidos como llamas en la sombría noche me iluminaron,
De mi mente y de mi cuerpo rápidamente se adueñaron,
Sin pedir permiso ellos me secuestraron.
Evitarlos varias veces yo intenté,
Pero perdida desde hace un tiempo me entregué.
Son mi rincón favorito de tu ser,
Donde consigo resguardo,
Donde me duermo, me pierdo,
Me encuentro y despierto,
Donde me ahogo y renazco.
Los únicos culpables de mi maldito naufragio,
Un par de ojitos dulces, tímidos, titilantes;
Cambiantes, pícaros, navegantes;
Temerosos, traviesos, atrapantes;
Que me invitan siempre en su lecho a quedarme,
Más siempre eligen al final lastimarme,
Con sus filosos bordes me desgarran en pedazos,
Y yo me voy desangrando,
Paso a paso,
Poco a poco,
Mis débiles latidos piden ayuda,
¡Socorro!
Un abrazo, un hombro,
Alguien que me rescate,
Que se lleve a ese monstruo,
Ojos de Diamante,
Que me trae como vagabundo errante,
Caminando vacía bajo la tormenta helante,
Débil, triste y abatida,
No te quiero más en mis días,
Aléjate antes de que sea tarde,
Y apagues de un solo soplido,
La tenue lucecita que me queda encendida,
Que me mantiene con vida,
Al menos por este instante.

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