Te extraño en silencio, te busco en los recuerdos.
Te encuentro en la tinta que corre por el papel en blanco, al igual que lo hacían mis manos sobre tu cuerpo pálido.
Sigo sintiendo el efecto de tu magia, las puñaladas en la panza cuando de la nada, pero esperándote, apareces fugazmente y me hablas.
Todo vuelve al mismo círculo vicioso de la discusión, no retrocede ni avanza, se queda estancado en el mismo lugar.
Ahora ni siquiera me diriges la palabra, me has borrado de tu vida y yo he quedado incomunicada.
Voy de un lado a otro desorientada, llena de todo eso que fuiste creando dentro de mí, pero nunca podré gastarlo en otro, y al parecer ahora tampoco en ti.
Me pregunto: ¿Qué hago con esas cosas? ¿Hay acaso un contenedor, un recipiente, donde depositar los sentimientos?
Pues quiero encontrar uno de esos y dejar los míos por ti, mujer.
Intento hablarte pero entonces mis cuerdas vocales se desgarran y ya no sé qué decir. Siento que ya no tiene sentido insistir.
Simulo que todo está bien, me maquillo, me monto en mis tacones y la larga noche de drogas y alcohol me espera.
¿Pero es que ni siquiera queriéndome salir de la realidad te me despegas?
Lo único que consigo es recordarte más, y nombrarte y quejarme, y putear a la vida preguntando qué tendría que haber hecho o dicho para que eligieras quedarte conmigo.
¡Mierda!
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