viernes, 27 de mayo de 2016

De nuestro amor

Que no perdamos la capacidad de amar y sentirnos vivos.
Que nunca muera nuestro amor, ni tu sonrisa que es indispensable para mi alegría.
Que no me falte tu abrazo.
Las largas caminatas de tu mano.
Las caricias antes de dormir.
Que no perdamos el gusto, el tacto, la confianza, la pasión.
Las ganas de hacer el amor hasta que se haga de día.
La delicia de besarnos en cada esquina.
Que la vida nos de fuerzas y esperanza.
Que haya tanto amor, como peces en el mar.
Que haya tanto amor, como rayos de sol.
Que haya tanto amor, como estrellas en el cielo infinito...
Y que la luz de esos ojos tan bonitos siga brillando, y no se pierda el sentimiento de que desaparece el mundo entero, cada vez que te miro.

Mi rosa favorita

Mirabas a la luna, con los ojos cargados de tristeza.
Me senté de lado a mirar el cielo contigo en silencio, y sin saber qué hacer, al ver pasar una estrella fugaz, te deseé la felicidad.
Entonces pensé... ¿Has observado los rosales en invierno?
Pues son como un abrazo de la naturaleza, que nos advierte: ¡No todo está perdido!
Entre el frío cortante y las tempestades, las rosas siguen erguidas y fuertes, repartiendo hermosura ante los espectadores, y regalando intensas fragancias.
Entonces pensé en las veces que la tristeza me invade...
Y he descubierto algo: ¡Eres mi rosa!
La que cambia mi forma de ver la triste vida.
Aquella que yo tanto admiro cuando sonríe.
De la que amo la entereza de su tallo, la humedad de sus pétalos, la fragancia de su centro.
La que me trae siempre la alegría.
Aquella a la que el invierno azota y sigue en pie.
Aquella que para defenderse no duda en vestirse de espinas, pero ahí está...
Tan hermosa y delicada, mientras el viento la zamarrea, y aún así, regalando encanto y dando muestra de valentía a su alrededor.
Eres, de entre tantos rosales que he visto, mi rosa favorita.

La complicidad

Amo los días grises.
¿De qué me sirve el sol, si tengo tu sonrisa?
¿Para qué quiero claridad, si camino de tu mano en la oscuridad?
Amo el frío del invierno.
Que te acurruques pegada a mi cuerpo, que enredemos las piernas, besarte la espalda y el cuello.
Ser tu hornillo de piel y hueso.
¿Para qué salimos afuera, si una cama y nosotros es suficiente?
Y que me perdone el cielo, por confundirlo con las pecas de tus mejillas.
No nos entenderían, pues somos el amor que nadie ha vivido jamás.
Y sólo en nosotros está la complicidad de todo lo vivido.
Amo todo de ti.
No necesito más.