Esa mujer ha logrado lo imposible.
Puedo observarla a la distancia, rodeada de la nube de gris humo que desprende el cigarrillo posado en sus carnosos y rojos labios de mi infierno.
Ansío ser ese cruel asesino que tanto saborea.
La miro... ¿Qué puedo yo hacer con un alma entre rejas que tiene la puerta abierta, pero le tiene miedo a volar? Parece que una cruel mujer antes arrugó su sonrisa y entonces ya no quiere querer.
Lo supe todo desde el primer momento en que mi mirada se topó con la suya.
Tiene de esos ojos que son los que evitas cruzarte, de los que te atraviesan cual sacudida eléctrica y te dejan paralizada mientras el cosquilleo recorre tu cuerpo.
Aquellos ojos que te cortan la respiración y hacen galopar hasta a los más sumisos pálpitos del corazón, los que ponen el tiempo en cámara lenta.
Una mirada de las que congelan el alma y elevan los pies del suelo, de esas que te vuelven tonta en menos de un pestañeo.
He soñado con quedarme incrustada en sus nudillos, en sus clavículas, en su columna o en su cadera, en cualquier lugar puntiagudo de su cuerpo donde pueda quedarme clavada por toda la eternidad.
Su sonrisa, colocada estratégicamente en su rostro, que alza sus pómulos al infinito y los convierte en tono rosa contrastante con su blanca piel es maravillosa.
La miro y los rayos aterrizan justo en mi espalda, los truenos estallan en mi garganta, enmudezco.
Así es ella, transparente como el agua y misteriosa cuando habla. No se sabe si ama las palabras o escupe la parte más oscura del alma buscando quién la recomponga.
Camina o tal vez es su sombra la que lo hace y ella la sigue, no piensa en más nada que en sí misma, se mueve sin sentir nada porque solo existe para ella, solo la mueve el viento, solo siente el frío, porque está fría por dentro, escarchada, totalmente congelada. Intento descongelarla y parece que de a poco lo logro, pero al rato todo vuelve a empezar y así una y otra vez. A veces es desgastante, se me están terminando los comodines y no sé si seré capaz de salvarla, aunque es lo que más quiero.
Solo vive en mi mente y me estoy hundiendo con ella, se convirtió en mi mayor peligro.
Me confesó todos sus defectos, me leyó lo peor de su alma, me abrió su realidad y al final solo preguntó: "¿Te gusto ahora?". Pues solo pude enmudecer y asentir con la cabeza, porque aun conociendo su oscuridad estoy dejándome hundir en la arena movediza de su ser.
No sé en dónde estoy parada, ni qué es lo que debo hacer, solo sé que quiero más, y si ese es el infierno entonces quiero echarme a arder, ya estoy bañada en gasolina. Al fin y al cabo es mi suicida favorita y me encanta, me gusta hasta el dolor que hay en ella, sus ojos son mi prisión ahora, está tatuada en mi retina. Le temía a la oscuridad a pesar de que era mi amiga, ahora vivo con ella y me ha hecho más fuerte.
Ella no me pertenece. Yo no le pertenezco. Solo quiero compartir un pedacito de mis sueños con ella. Tengo un mundo en mi mente, cierro mis ojos y lo siento real, quiero que sea partícipe de él.
Tiene razón cuando dice que veo mal, ya no puedo verla, me estoy quedando ciega, porque no hay otros faros que en este momento logren iluminar mi camino a seguir, me he quedado varada.
Fuimos condenadas a esta historia, aquí estoy bebiéndome los restos de otro whisky, arrastrándome como las culebras, dejando pasar las horas, acompañada de su lejano recuerdo. Puedo sentirla, la siento ahora, está acabada, pero vino conmigo alguna vez y ahora su tristeza se hizo mía.
Anoche mientras dormía pude escucharla venir y susurrarme al oído: "Matarás y morirás por la chica oscura, tu suicida favorita. Ven, agárrame fuerte, tócame, hazme tuya por siempre..."
Y luego como siempre, con los primeros rastros de luz de la mañana su figura se desvaneció en el aire.
Mi inspiración flota a estas alturas, ya no sé si es por ella, por mi locura, o por mi infinita imaginación. No quiero más sentimientos tapados, de los que se guardan y se lapidan, pero nunca mueren. No se puede sepultar un sentimiento tan poderoso. Y aquí me encuentro, abriendo mi caja secreta, la que me lleva a la dulce locura de su nombre, su cuerpo, su alma, y su facilidad para volverme descaradamente vulnerable, tímida y espectadora de tanta belleza en una sola persona.
Me siento abstraída de este mundo, oigo pero no escucho, veo pero no miro, mi cuerpo está allí abajo, pero mi mente aquí arriba.
Ahora ella decide: ¿Se quedará ahí mirando desde la distancia, en su mundo, sola con sus cosas, o se atreverá a atravesar el umbral de los sueños? Juro que va a sufrir, prometo también que llorará, pero también aseguro que será la persona más feliz y vivirá cosas que ni siquiera se ha atrevido a imaginar.
No escribo lo que pienso, escribo lo que siento, lo que me mueve en este momento, y eso es ella.
Soy consciente que la he encontrado a lo oscuro y flotando entre afiladas cuchillas, sé que le robaron los sueños, sé que no le han devuelto la fe para volar sin miedo entre los abismos, pero aquí la espero con todas mis cosas, para compartirlas, lo que quiera y le haga falta, para que no pierda las esperanzas y para que resurja, imparable y magistral ave, de las cenizas como el fénix. La encontré en pedacitos, hecha añicos, y sé que eso sucedió para que yo le cure las heridas.
Pero de algo debo advertirle, tampoco estoy entera, y si va a tener miedo, entonces que no mire dentro de mí, porque estamos compuestas de lo mismo: ilusiones aniquiladas, sueños frustrados, amores putrefactos, miedos de todo tipo y color. La diferencia es que me lo juego todo y sin dudarlo, de eso estoy segura.
Ya nada podrá salvarme, pero tampoco nada podrá salvarla de mí...
Si alguien la ve por ahí adviértale de mis sentimientos, que me de alguna señal, pero sobre todo, que se entere que ya somos prisioneras de este encuentro.
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