lunes, 29 de septiembre de 2014

Ojos de Diamante

Yo no quería que esto pasara,
Pero inevitablemente se chocaron nuestras miradas.
Algo extraño en ese momento sucedió.
Descubrí que tus ojos eran como dos grandes diamantes,
Y en ellos podía ver mi reflejo en infinitas fases.
Fue entonces que quedé sumergida en un mar de sensaciones.
Me recosté a tu lado, pensante,
Sin mover mis ojos de los tuyos, distante.
Te observé detenidamente,
Detalle a detalle,
Milímetro a milímetro,
Desde lejos, sin apuro,
No quería intoxicarme.
Pero no me dejaste otra opción,
Ya era muy tarde para el corazón.
Tomé tus manos,
Suavemente, y a lo oscuro.
Tuve que perderme en tus brillantes faros,
Ellos me ganaron en menos de un segundo,
Encendidos como llamas en la sombría noche me iluminaron,
De mi mente y de mi cuerpo rápidamente se adueñaron,
Sin pedir permiso ellos me secuestraron.
Evitarlos varias veces yo intenté,
Pero perdida desde hace un tiempo me entregué.
Son mi rincón favorito de tu ser,
Donde consigo resguardo,
Donde me duermo, me pierdo,
Me encuentro y despierto,
Donde me ahogo y renazco.
Los únicos culpables de mi maldito naufragio,
Un par de ojitos dulces, tímidos, titilantes;
Cambiantes, pícaros, navegantes;
Temerosos, traviesos, atrapantes;
Que me invitan siempre en su lecho a quedarme,
Más siempre eligen al final lastimarme,
Con sus filosos bordes me desgarran en pedazos,
Y yo me voy desangrando,
Paso a paso,
Poco a poco,
Mis débiles latidos piden ayuda,
¡Socorro!
Un abrazo, un hombro,
Alguien que me rescate,
Que se lleve a ese monstruo,
Ojos de Diamante,
Que me trae como vagabundo errante,
Caminando vacía bajo la tormenta helante,
Débil, triste y abatida,
No te quiero más en mis días,
Aléjate antes de que sea tarde,
Y apagues de un solo soplido,
La tenue lucecita que me queda encendida,
Que me mantiene con vida,
Al menos por este instante.

La Seductora Propuesta

Quemémonos en la hoguera,
Y hundámonos en una pasión eterna.
Se ha vuelto una tortura el no tenerte,
Que debe acabarse ya mismo
Y de forma permanente.
Que las llamas consuman nuestros cuerpos desnudos,
Mientras hacemos el amor.
Nos fundiremos en el fuego ardiente,
Despacio, lentamente,
Nos haremos uno en el dolor.
Ven esta noche a mi casa,
Te he preparado una romántica velada.
Comenzaré por enredarte en mis versos,
Y los soltaré todos juntos en tu entrepierna mojada.
Más que una súplica es una simple invitación,
Sé muy bien que tú también quieres,
No te demores más y entrégate a mi calor.
Ven que aquí estoy soñando con tu cuerpo y tu sudor.
Mandaremos nuestras almas al infierno,
Iluminaremos todo el interior.
Dejaré la marca de mis finos labios
Erizándote hasta el más pequeño poro de tu dulce piel,
Te acariciaré suavemente hasta hacerte estremecer.
Quiero ver en tu rostro todas las reacciones de placer.
Te recorreré hasta el último recoveco,
Llegaré hasta tu hundido ombligo,
Seguiré hacia abajo y me embriagaré de tu sexo divino.
Nos desnudaremos por completo,
Desde la ropa hasta los huesos.
Haremos todo lo que tú quieras,
Solo acepta mi seductora propuesta.

Luego de tu retirada

Te extraño en silencio, te busco en los recuerdos.
Te encuentro en la tinta que corre por el papel en blanco, al igual que lo hacían mis manos sobre tu cuerpo pálido.
Sigo sintiendo el efecto de tu magia, las puñaladas en la panza cuando de la nada, pero esperándote, apareces fugazmente y me hablas.
Todo vuelve al mismo círculo vicioso de la discusión, no retrocede ni avanza, se queda estancado en el mismo lugar.
Ahora ni siquiera me diriges la palabra, me has borrado de tu vida y yo he quedado incomunicada.
Voy de un lado a otro desorientada, llena de todo eso que fuiste creando dentro de mí, pero nunca podré gastarlo en otro, y al parecer ahora tampoco en ti.
Me pregunto: ¿Qué hago con esas cosas? ¿Hay acaso un contenedor, un recipiente, donde depositar los sentimientos?
Pues quiero encontrar uno de esos y dejar los míos por ti, mujer.
Intento hablarte pero entonces mis cuerdas vocales se desgarran y ya no sé qué decir. Siento que ya no tiene sentido insistir.
Simulo que todo está bien, me maquillo, me monto en mis tacones y la larga noche de drogas y alcohol me espera.
¿Pero es que ni siquiera queriéndome salir de la realidad te me despegas?
Lo único que consigo es recordarte más, y nombrarte y quejarme, y putear a la vida preguntando qué tendría que haber hecho o dicho para que eligieras quedarte conmigo.
¡Mierda!

A Fernando, mi papá:

Nuestras almas atrapadas se encontraron en este laberinto lleno de emociones llamado vida.
Siempre unidos, siempre explorando, siempre sintiendo, siempre observando.
A veces discutiendo, a veces peleando, más siempre hacia adelante caminando juntos vamos.
Dulce mirada, ojitos claros, en el brillo de sus faros me veo reflejada.
Finos labios, iguales los míos, mil historias han de contar; risas, lágrimas y algunas cosas más.
Espontánea sonrisa siempre me brinda, alegrándome la vida aún en la más profunda tristeza.
Fuertes brazos, en ellos me contiene, de los de ojos cerrados, con un abrazo apretado viene.
Alma de niño, rodeado siempre está, saltando, jugando y hasta revolcándose en el piso lo verás.
Sabias palabras, pues muy inteligente es, consejos ante la duda siempre tiene por doquier.
Padre ejemplar, todo por sus hijos da, aunque cansado pueda estar, sin cesar a trabajar va.
Hombre sensible si los hay, si adentro tiene una lágrima, entonces no se la guardará.
Retrocedo en el tiempo cuando desprotegida me siento, y siempre aparece su imagen, quien por sobre todas las cosas ha cuidado de mi en todo momento.
Mi héroe preferido es, aunque de superpoderes carece, relleno de dulce de leche y cariño de sobra tiene.
De pequeña cuentos de princesas me relataba, incluso me disfrazaba y todo un palacete color de rosa me recreaba.
Hija orgullosa soy, siempre se muestra fuerte y lucha por lo que quiere, no baja los brazos, ni se rinde fácilmente.
Cada vez que tropiezo, con su mano tendida me encuentro, para ayudar a levantarme y las heridas abiertas curarme.
Siempre me acompaña en sentimiento, es mi más preciado tesoro, y es por eso que hoy le brindo un agradecimiento,
Al mejor padre del mundo con el corazón a pleno abierto, por la felicidad de un día más tenerlo a mi lado y juntos por el camino de la vida transitar.

Intimidante

Me pierdo en tu mirada, me gustan tus ojos,
Me cohíben y hasta por momentos sintiéndome observada me sonrojo.
Aún así no puedo dejar de admirarlos, son una belleza.
Son como algún tipo de droga, un alucinógeno de pureza.
Me dan ganas de volverme adicta, ellos me incitan,
Si en mi se fijan, hasta los pálpitos del corazón se agitan.
Me encuentro recordándolos en reiteradas ocasiones,
Sueño que me atrapan y no puedo salir de sus inmediaciones.
Podrían arrinconarme si distraída caminando de repente me apresan,
Tienen ese poder que a cualquier ser humano embelesa.
Revélame esta noche el secreto de tus almendrados ojos, princesa.

Aún no

          Allí estábamos, sentados en la mesita para dos del lugar de siempre, de rostros enfrentados.

          Ni siquiera podía sostenerle la mirada, porque el café de sus ojos me mataba, ni siquiera dejaba que hablara porque sus palabras de poeta enmudecían mi voz.

          Seguía observándome esperando que dijera alguna palabra, incluso juro que estaría pensando que tal vez se trataba de una broma.

          Arrugaba la nariz y yo me volvía loco, quería tener esa mirada conmigo, todas las horas del día, su sonrisa junto a la mía.

          En los momentos en que estábamos juntos resultábamos felices, incluso sin atrevernos a serlo.

          De repente suspendió su tenue sonrisa preguntándose la razón de mi indiferencia.

          "Aún no es el momento para enamorarnos", solté entonces.

          Ella en cambio, estupefacta, dijo que sí lo era, que ahora ya era tarde para decir algo así, pero le contesté que aún no quería ser su amor.

          Somos jóvenes, puede cambiarme por alguien más.

          Ella no me entendía, entonces le expliqué:
"Quiero ser tu último amor, quiero amarte hasta morir, por eso aún no debemos estar juntos, puedes olvidarme, puede gustarte alguien más, puedes romper en pedazos mi corazón, ya tienes ese poder. Así que te dejo con tu libertad, para que salgas al mundo y conozcas otras personas, para que rías y llores, para que hagas todo lo que quieras, para que seas feliz y vivas la vida como siempre deseaste y no te quedes con las ganas o curiosidades de nada, porque el día que estés conmigo, entonces a partir de ese momento, será para toda la vida..."

          Ella estaba boquiabierta, a mí se me llenaron los ojos de lágrimas.

          No sabía qué más hacer, ninguno hablaba, así que me incorporé.
Me rogó que esperara, que tenía muchas cosas para decirme, pero antes que pudiera decir nada huí como buen cobarde que soy.

          La besé en la mejilla, largo y profundo, para que nunca me olvidara, el beso más dulce e inocente que jamás hubiera podido llegar a dar alguna vez en mi vida, y bajé las escaleras corriendo tan rápido como me era posible, de forma que si lo intentara no pudiera alcanzarme.

Ella

Me altera, me abraza.  
Me hace adicta, me atrapa.  
Me vuelve loca, me calma.   
Me hace sentir deseo, me capta.   
Me toma de la mano, me pausa.   
Me besa en los labios, me sana.  
  
¿Qué es lo que la seductora señorita hizo?  
Sus ojos marrón-cobrizos me han dado un hechizo.  
   
Si me mira fijo, me sonrojo.  
Si me sonríe entonces, me aflojo.  
Si la tengo cerca, me ahogo.  
Si me dice cosas bonitas, me descompongo. 
Si apenas me roza, ya me alboroto.  
Si me diera una oportunidad, ni loca la ignoro. 

Pero mi dama de cristal huye 
Y me deja en una nube confusa de emociones. 
Solo la tengo en mi memoria 
Y cuando abro los ojos todo se desmorona. 

¿Pensará en mí? 
¿Recordará mi nombre? 
La princesa ojos marrón-cobrizos 
No creo que sea muy cociente de lo que hizo 
Aquel día que nos conocimos. 

Le pediré ayuda a las estrellas, 
Y así en sus noches de vela 
Me tenga presente en los pies de su cama 
La acompañe en sus penas amargas, 
Y se acurruque en mi pecho,  
Con un beso infinito 
A soñar para siempre con mi sueño bonito. 

domingo, 28 de septiembre de 2014

Prisioneras

          Esa mujer ha logrado lo imposible.
Puedo observarla a la distancia, rodeada de la nube de gris humo que desprende el cigarrillo posado en sus carnosos y rojos labios de mi infierno.
Ansío ser ese cruel asesino que tanto saborea.

          La miro... ¿Qué puedo yo hacer con un alma entre rejas que tiene la puerta abierta, pero le tiene miedo a volar? Parece que una cruel mujer antes arrugó su sonrisa y entonces ya no quiere querer.

          Lo supe todo desde el primer momento en que mi mirada se topó con la suya.
Tiene de esos ojos que son los que evitas cruzarte, de los que te atraviesan cual sacudida eléctrica y te dejan paralizada mientras el cosquilleo recorre tu cuerpo.
Aquellos ojos que te cortan la respiración y hacen galopar hasta a los más sumisos pálpitos del corazón, los que ponen el tiempo en cámara lenta.
Una mirada de las que congelan el alma y elevan los pies del suelo, de esas que te vuelven tonta en menos de un pestañeo.

          He soñado con quedarme incrustada en sus nudillos, en sus clavículas, en su columna o en su cadera, en cualquier lugar puntiagudo de su cuerpo donde pueda quedarme clavada por toda la eternidad.

          Su sonrisa, colocada estratégicamente en su rostro, que alza sus pómulos al infinito y los convierte en tono rosa contrastante con su blanca piel es maravillosa.
La miro y los rayos aterrizan justo en mi espalda, los truenos estallan en mi garganta, enmudezco.

          Así es ella, transparente como el agua y misteriosa cuando habla. No se sabe si ama las palabras o escupe la parte más oscura del alma buscando quién la recomponga.

          Camina o tal vez es su sombra la que lo hace y ella la sigue, no piensa en más nada que en sí misma, se mueve sin sentir nada porque solo existe para ella, solo la mueve el viento, solo siente el frío, porque está fría por dentro, escarchada, totalmente congelada. Intento descongelarla y parece que de a poco lo logro, pero al rato todo vuelve a empezar y así una y otra vez. A veces es desgastante, se me están terminando los comodines y no sé si seré capaz de salvarla, aunque es lo que más quiero.

          Solo vive en mi mente y me estoy hundiendo con ella, se convirtió en mi mayor peligro.
Me confesó todos sus defectos, me leyó lo peor de su alma, me abrió su realidad y al final solo preguntó: "¿Te gusto ahora?". Pues solo pude enmudecer y asentir con la cabeza, porque aun conociendo su oscuridad estoy dejándome hundir en la arena movediza de su ser.

          No sé en dónde estoy parada, ni qué es lo que debo hacer, solo sé que quiero más, y si ese es el infierno entonces quiero echarme a arder, ya estoy bañada en gasolina. Al fin y al cabo es mi suicida favorita y me encanta, me gusta hasta el dolor que hay en ella, sus ojos son mi prisión ahora, está tatuada en mi retina. Le temía a la oscuridad a pesar de que era mi amiga, ahora vivo con ella y me ha hecho más fuerte.

          Ella no me pertenece. Yo no le pertenezco. Solo quiero compartir un pedacito de mis sueños con ella. Tengo un mundo en mi mente, cierro mis ojos y lo siento real, quiero que sea partícipe de él.

          Tiene razón cuando dice que veo mal, ya no puedo verla, me estoy quedando ciega, porque no hay otros faros que en este momento logren iluminar mi camino a seguir, me he quedado varada.

          Fuimos condenadas a esta historia, aquí estoy bebiéndome los restos de otro whisky, arrastrándome como las culebras, dejando pasar las horas, acompañada de su lejano recuerdo. Puedo sentirla, la siento ahora, está acabada, pero vino conmigo alguna vez y ahora su tristeza se hizo mía.

          Anoche mientras dormía pude escucharla venir y susurrarme al oído: "Matarás y morirás por la chica oscura, tu suicida favorita. Ven, agárrame fuerte, tócame, hazme tuya por siempre..."
Y luego como siempre, con los primeros rastros de luz de la mañana su figura se desvaneció en el aire.

          Mi inspiración flota a estas alturas, ya no sé si es por ella, por mi locura, o por mi infinita imaginación. No quiero más sentimientos tapados, de los que se guardan y se lapidan, pero nunca mueren. No se puede sepultar un sentimiento tan poderoso. Y aquí me encuentro, abriendo mi caja secreta, la que me lleva a la dulce locura de su nombre, su cuerpo, su alma, y su facilidad para volverme descaradamente vulnerable, tímida y espectadora de tanta belleza en una sola persona.
Me siento abstraída de este mundo, oigo pero no escucho, veo pero no miro, mi cuerpo está allí abajo, pero mi mente aquí arriba.

          Ahora ella decide: ¿Se quedará ahí mirando desde la distancia, en su mundo, sola con sus cosas, o se atreverá a atravesar el umbral de los sueños? Juro que va a sufrir, prometo también que llorará, pero también aseguro que será la persona más feliz y vivirá cosas que ni siquiera se ha atrevido a imaginar.

          No escribo lo que pienso, escribo lo que siento, lo que me mueve en este momento, y eso es ella.
Soy consciente que la he encontrado a lo oscuro y flotando entre afiladas cuchillas, sé que le robaron los sueños, sé que no le han devuelto la fe para volar sin miedo entre los abismos, pero aquí la espero con todas mis cosas, para compartirlas, lo que quiera y le haga falta, para que no pierda las esperanzas y para que resurja, imparable y magistral ave, de las cenizas como el fénix. La encontré en pedacitos, hecha añicos, y sé que eso sucedió para que yo le cure las heridas.

          Pero de algo debo advertirle, tampoco estoy entera, y si va a tener miedo, entonces que no mire dentro de mí, porque estamos compuestas de lo mismo: ilusiones aniquiladas, sueños frustrados, amores putrefactos, miedos de todo tipo y color. La diferencia es que me lo juego todo y sin dudarlo, de eso estoy segura.

          Ya nada podrá salvarme, pero tampoco nada podrá salvarla de mí...

          Si alguien la ve por ahí adviértale de mis sentimientos, que me de alguna señal, pero sobre todo, que se entere que ya somos prisioneras de este encuentro.

Pensarte en Frío

         Mujer, eres bella, lo sabes. Aunque te haces la distraída, para que te lo repitan una y otra vez.

         Está bien, es la verdad y yo jamás me cansaría de hacerlo, te lo repetiría cada segundo a tu lado si fuera necesario.

         Pero aún te falta, te falta mucho. A todos nos falta, pero tú, a diferencia del resto, reluces de misterio.

         Un misterio que me atrapa, todo lo que se esconde por detrás de esa cálida y hermosa sonrisa me llama, nada me gusta más que saber que alguna que otra vez se te han escapado un par de esas por mi causa.

         Me atrapan tus escondites, tus líneas, tus curvas, tus pozos, tus recovecos, tus idas y vueltas, tu mente, tus debilidades, tus juegos, tu pasado, presente y futuro.

         Me atrapan tus aciertos y errores, tus rechazos, tus discusiones, tus depresiones y angustias, tus malos pensamientos, tu cansancio, tus esperanzas y anhelos, tus buenos momentos.

         Me atrapa tu poder, tu encierro, tu cielo y tu infierno, tu cabello largo, negro y rojizo, apenas ondulado, tus manos, tus dedos, tus uñas pintadas, tu aroma, tus labios, tu frente, tu nariz, tu pera, tu cuello, tus orejas llenas de caravanas, tu silueta, tu espejo, tu ropa, tu cama, tu manta.

         Me atrapan tus gestos, tus formas, tus carcajadas limpias, tus lágrimas saladas, tu intriga, tu inquietud, tu nerviosismo, tu mirada que busca complicidad, tus directas e indirectas, el aire que respiras, el suelo que pisas.

         Me atrapa tu silencio y tu palabra, tus bromas, tus hazañas, tu presencia y tu ausencia, tus locuras, tu pereza, tu hambre, tu sed, el color pálido de tu piel, tus miedos, tu corazón, tu vientre de miel, hasta tu dolor de cabeza, la forma en la que besas, tus mejillas cuando quedan color cereza.

         Me atrapa tu vida, que atrapó la mía.

         Pero lo que más me gusta de todo es tu mirada, esos ojos son los que me traen loca, cuando me miran y los miro y se ponen juguetones, miran hacia otro lado y yo los sigo. Me meto, me sumerjo, me embriago en ellos, me pierdo, me encuentro, me miro, te miro, nos miro.

         Pruebo sacarle la ficha al destino, pero no lo he podido. ¿Para qué te puso ahí? ¿Por qué te cruzó en mi camino? ¿Por qué no decides si me quieres o no contigo?

         He pensado y pienso mucho, no sé qué pasa por esa cabecita. La mía quedó trastornada después de las risas y las cosas dulces empalagosas ya dichas.

         Sé muy bien que cuando ya no estés conmigo y tu ilusión caduque, mis sentimientos estarán aferrados a tu todo, a mi nada, y solo tendré soledad. Pero si decides de a poco intentarlo, y quedarte en mi mundo no renegaré.

         Si prefieres volver a tu castillo, princesa, solo puedo decirte que me quedaré aquí, quietecita en el mismo lugar, tal vez parada o sentada, acostada, de cabeza, aburrida, balanceándome o sacudiendo las piernas nerviosamente, somatando los dedos sobre la mesa, rascándome la cabeza, arañándome la piel, intacta, petrificada, esperándote sola, como centinela de tus pertenencias llenas del aroma dulce de tu piel.

         Dije que intento pensarte en frío, más nunca jamás lo consigo.

El Hechizo

          Señorita, su actitud me lleva al desconcierto. Termino los días sin saber si lo nuestro será cierto. Es que ya no aguanto seguir extrañándola, me entristece terminar los días mirando sola a la luna, sin usted aquí a mi lado para tomarnos de la mano.

          Tal vez si no me hiciera mal no sabría que es amor. Me la paso sonriendo al recordarla, pero no se compara con el sentimiento al recorrerle el cuerpo cuando la tengo enfrente con la mirada.

          ¿No se dio cuenta usted que me tiene a mí hechizada? No me vaya a preguntar por qué. Detrás de todo esto hay muchas cosas que ni yo misma sé, detrás de mis miedos se esconden todos mis deseos, detrás de la cortina de mis ojos le he abierto un templo, donde todas las noches voy entregada a la Diosa a implorarle que de mi vida jamás se me escape.

          Qué bonito sería despertar con su piel blanca como el papel a mi lado y en ella escribirle mil poemas de amor con mis manos.

          Tal vez tenga que seguir mi vida así, mendigando por su atención, pero de algo estoy segura, usted no se irá libre así como así.

          Ya no sé de qué manera expresarle que me encantaría vivir en la cumbre de su pensamiento, cambiarle las lágrimas por besos y hacer de su hermoso rostro una sonrisa interminable.

          Tal vez no soy quien buscas, pero si me dieras la oportunidad, te haría la mujer más feliz. Evaporaría tus miedos y los convertiría en anhelos. No puedo ser perfecta, pero aún con mis errores podría llenarte la vida de colores.

          Tal vez jamás leas esto y si lo lees belleza, aquí estoy esperándote, sé que tienes miedo, pero si decides marcharte recuerda: no existen las casualidades, la vida quiso que nos crucemos, y si esto nos queda pendiente, la vida misma se encargará de que volvamos a vernos.

          De mientras sigo dejando que su veneno corra por todo mi cuerpo, es una dulce tortura la que me espera...

jueves, 25 de septiembre de 2014

El Pacto

          Llevaba una vida sin grandes preocupaciones. Era alocada como todas las chicas de mi edad, salía a bailar, me divertía con mis amigos, salíamos a beber, disfrutar del momento. En la facultad, no me destacaba ni llamaba la atención, pero era una buena alumna.

          Pero un día todo cambió, así de repente. El día se volvió noche, la luz oscuridad.

          Pensé que todo pasaría, que sería algo del momento, pero los días continuaban y nada cambiaba, al contrario, todo empeoraba. Mi vida se estaba volviendo monótona. Mis ganas de vivir, mi fuerza, todo se iba apagando a cada segundo que pasaba.

          Mis más valiosos recuerdos, que pensaba estarían presentes en mí con alegría se estaban transformando en filosos cristales incrustados por todo mi cuerpo, dejando llagas abiertas que no conseguían cerrarse.

          De a poco y sin darme cuenta dormía menos, tampoco tenía sueño; comía menos, tampoco tenía hambre. Todos los que me rodeaban se preocupaban por mi estado. Yo lo difuminaba en una fachada de falsedad, mentira y sarcasmo de mi real situación. Enseguida comencé a perder peso.

          Todo el tiempo reflexionaba sobre mi propia situación, sabía que no la podría seguir manteniendo por mucho más tiempo. Intentaba abrir las alas para volar, pero ellas estaban destrozadas, cada vez que las abría se quebraban como ramas secas. Cada vez caía más en un pozo donde no encontraba el fondo.

          Mis ojeras, las noches en vela, el llanto, el dolor, todos ellos formaban parte de mi rutinaria depresión. Durante el día era el turno de aparentar ante el mundo que mi vida había cambiado, que seguía siendo la chica risueña de siempre, iba a trabajar y estudiar por inercia, como si fuera un robot programado solo para eso.

          La situación me superaba, mi vida iba de mal en peor, necesitaba salir pero no descubría cómo. Tomé todas mis cosas y decidí trasladarme a otra ciudad, donde no conociera nada, donde pudiera comenzar a vivir de una forma distinta, darme una segunda oportunidad.

          Intenté salir muy rápido para que mis fantasmas quedaran atrás y no me lograran alcanzar. Me sentía tan vacía, tan hueca, las voces de mi conciencia retumbaban y hacían eco dentro de mi ser, mi vida no tenía sentido.

          El comienzo de mi nueva vida parecía funcionar maravillosamente, llegué a creer que todo había quedado en el pasado, que podía empezar de cero. Se sentía estupendo no tener que fingir mi estado de ánimo constantemente… A decir verdad solo eso fue lo que cambió, todo lo demás transcurría de la misma manera, atormentándome de recuerdos y momentos, destrozándome cada vez más.

          Caminaba por las calles y todas las personas que se cruzaban en mi camino eran sombras sin rostro, los colores eran débiles, casi que todo estaba en tonalidades grisáceas, cada día era el calco del otro, mis actividades eran exactamente las mismas siempre, salvo los fines de semana, que resultaban ser aún peores por no tener la distracción del trabajo.

          Al encontrarme superada por la situación, lejos de mi familia, de la gente que de verdad me quería tomé la decisión de acabar con todo. Abrí el nécessaire y tomé toda pastilla que iba encontrando hasta que comenzó a dolerme el estómago y me daba vueltas la cabeza. Me desmayé.

          Lo siguiente que recuerdo es una sala hospitalaria con un montón de médicos a mi alrededor, me colocaban tubos, vías, me inyectaban, movían sus cabezas de un lado al otro, como dando la negativa. Cerré mis ojos, podía sentir el frío recorriendo todo mi cuerpo. No sentía miedo. Me sentía aliviada, por fin el sufrimiento cesaría.

          Toda mi vida comenzó a pasar por delante de mí, iba recordando a todas las personas que fueron partícipes de ella, que fueron importantes. De repente quedó solo una congelada, la que había sido el motivo de mi estado, la única persona en el mundo que no quería que se enterara de lo que me estaba sucediendo. La única persona que mirándome a los ojos y diciéndome “te quiero” había logrado que entendiera el significado de la vida, ahora sin ella a mi lado no tenía sentido. La misma que hace tres meses me dijo que ya no sentía lo mismo por mí, me besó en la mejilla y se difuminó corriendo detrás de la otra.

          Ahora la que se va soy yo, no tiene vuelta atrás, hice un pacto con la muerte antes de emprender el viaje sin retorno. Me prometió que ella sería feliz por el resto de sus días, así que la seguí para sellar el pacto con mi vida, pero aunque mi cuerpo estaba tirado en esa maldita camilla de hospital, mi alma seguiría amándola toda la eternidad.