martes, 30 de diciembre de 2014

Hoy me dejé estar

Hoy me entregué rota por largo rato al triste desconsuelo.
Hoy me embriagué en llanto, mocos, lágrimas saladas y gritos desgarradores.
Hoy me la pasé recreando mentalmente la película de mis desilusiones.
Hoy me miré al espejo, me desprecié, me sentí fea, me sentí incomprendida, me sentí sola.
Hoy sentí vergüenza, me decepcioné de mi misma.
Hoy me sentí vacía, me sentí débil, me vi caer.
Hoy me reproché las malas decisiones.
Hoy miré el pasado no tan enterrado, metí el dedo en la llaga de nuevo.
Hoy no intenté curar mis heridas, las eché a sangrar a todas a la vez.
Hoy caminé por el túnel más oscuro, hoy me perdí por ahí durante horas sin saber cómo volver.

Todos cargamos con la pena dentro, todos creímos alguna vez en algo y luego todo de repente se vino abajo.
Pero no es malo aceptar el dolor, no es malo de vez en cuando dejarse vencer, admitir que necesitamos del encierro y del aislamiento para poder renacer, ocultarlo del resto, porque al fin y al cabo es solo nuestro.
Poder echar raíces, reconocerse a sí mismo, amigarse, volver a creer, abrir el alma, vivir la vida, amar y amar hasta la última gota.
Si no pasáramos por estas instancias jamás alcanzaríamos la plena felicidad. Porque hacen falta los opuestos, porque no existiría el cielo si no fuera por el infierno.
Y si, tal vez hoy me sienta cansada y me deje estar, pero mañana, o pasado, o el día que sea voy a levantarme victoriosa, imparable, porque como dice el dicho: "lo que no mata, fortalece".

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