jueves, 2 de abril de 2015

La sabiduría de la naturaleza

          De pequeña detestaba las plantas, los jardines, las flores, para nada en absoluto me gustaban.
Veía los altos rosales desde abajo y me daban ganas de agarrar una rosa, pero siempre me pinchaban sus espinas, o siempre me enganchaban mis busitos tejidos y los arruinaban.
También me acercaba a observar las tunas, pero de torpe pisaba mal en el borde del cantero y caía encima de ellas. Luego tenía que una por una quitar todas las espinas que se me clavaban con pinza de cejas.

          Una vez quise ayudar a mi padre y él me dijo que era fácil podar, solo debía quitar todas las hojas que estuvieran amarillas.
Así que me copé, pero equivocadamente con una de sus enredaderas favoritas que era de hojas amarillentas naturalmente, así que tras darme una zamarreada me prohibió tocar sus plantas.
Siempre lo veía pasar horas por la tarde arreglando el jardín, podando, cortando el pasto, pero lo observaba desde adentro, a través de la ventana.
No le veía pues el sentido, era muy engorroso el trabajo, si era por mi que pasara una aplanadora y adiós a cualquier tipo de vegetación.

          Más de grande me hice amiga de la naturaleza e incluso puedo decir que el pasto es de mis lugares predilectos para una buena siesta o para echarme a contemplar el cielo.
Luego de que él se fue de la casa le comencé a prestar más atención, me siento por la tarde a tomar mi café, o en las noches antes de ir a dormir que salgo a ver las estrellas, también me acerco a oler las dulces fragancias de los pimpollos que están floreciendo, incluso a veces les pongo agua a las macetas.

          No le doy todo el interés que él le daba, solo soy una admiradora de todo eso que él tanto adora, pero aprendí a querer ese jardín tan pintoresco, al darme cuenta que es lo único que prácticamente le da vida a la casa.
Teniendo también en cuenta que hay todo un proceso previo de cuidado y atención hacia la planta, comprender la belleza de una flor, que le regala todo su amor abriendo sus pétalos de par en par a su fiel cuidador, y envuelve con su aroma todo alrededor.

          Mi flor favorita es la llamada "dama de la noche", abre cuando cae el sol y antes de que amanezca ya se cierra. Hay un par en casa y cada vez que abren me quedo perpleja contemplándolas.
Más para mí las flores nunca mueren, solo se marchitan en su exterior, uno se termina aprendiendo cada una de sus fragancias y las guarda intactas en un rincón del alma.

          Una vez leí por ahí: "Lo bello no desaparece nunca, sólo cambia de forma".
Y vaya que eso es interpretable para tantas otras cosas de la vida...

Epyphillum Oxipetalum - "La dama de la noche"

No hay comentarios:

Publicar un comentario